Viviana Díaz explora más allá de lo clásico, la versatilidad del instrumento musical que la lleva por diversos senderos.
El susurrar de su voz abre un caudal de sentimientos transformados en música. Entre pausa y pausa, la flautista puertorriqueña Viviana Díaz habló de su amor por el sonido que despertó pasiones desde muy temprano en su vida… la flauta. Desde unos inicios por la vereda clásica; pasos naturales u orgánicos por lo popular, ritmos cubanos, típico, tropical y hasta jazz. Su ferviente pasión y entrega, la expone a seguir saltando altos peldaños dentro del pentagrama musical.
“Cuando mis padres me cambiaron -en sexto grado a los 12 años- de un colegio católico a una escuela especializada pública, se me brindó la oportunidad de adentrarme en el arte o música. Mi decisión fue la música y no dudé escoger la flauta. Mi oído estaba afinado a sonidos o la música de relajación, meditación, espiritual… ese sonido de la flauta me cautivó”, destacó Viviana Díaz.
Desde la edad de los 12 años, tan pronto aprendió la primera melodía se dedicó a tocar en la iglesia junto a su progenitora.
“Mi mamá cantaba precioso y tenía un ministerio en la iglesia. Los domingo llegábamos una hora antes al templo para practicar. Improvisaba y me sentía muy segura. Era la nena de la iglesia que tocaba y todos acogían mi participación de buena manera. Siempre he tenido esa conexión con Dios, pidiendo dirección…”, expresó con gran sentimiento.
Las oportunidades comenzaron a llegar poco a poco, para continuar adentrándose en el pentagrama; y formar parte de la Orquesta Sinfónica de Bayamón fue una pieza clave del rompecabezas musical.
“La Orquesta Sinfónica de Bayamón era dirigida por Ángel Mattos, padre -fue su maestro en la Escuela Libre de Música Ernesto Ramos Antonini- y me conocía. Sabía y me había visto practicando entre medio de las trompetas en la Libre de Música, y me llegó la oportunidad a los 16 años, en el grado 11. Comencé tocando piccolo (flautín) y me mantuve tocando en la orquesta durante 11 años”, recordó.
La flautista boricua, natural de Guaynabo supo claramente desde los 16 años, que deseaba dedicarse a la música, a pesar que, en un momento se visualizó como ingeniera química. Fue cuando gestionó lo pertinentes para encaminarse hacia el Conservatorio de Música de Puerto Rico. La meta, realizar su bachillerato.
Cuando se detiene a pensar en su caminar por la música y lo pronto que ha pasado el tiempo, agradece grandemente a profesores que forjaron semillas que germinaron para bien. Profesores que inyectaron pasión, dedicación, esfuerzo y la búsqueda de dar lo mejor; y desarrollar su propio estilo.
“El profesor Ángel Marrero (maestro de saxofón que le ofreció clases de flauta) en la Escuela Libre de Música a pesar que no había cupo. Abrió el espacio y dio lo mejor. Iván Mariani, -en grado 11- fue otro gran educador que me enseñó a sacar un buen sonido a la flauta, técnica y recuerdo que comencé a sonar de manera diferente. Un gran momento decisivo. De igual manera, en el Conservatorio de Música Rubén ‘Piccolo’ López, mi gurú en la universidad; y en mi último año, me dio clases Josué Casillas. Que bendición”, dijo la flautista, admiradora de Néstor Torres y Dave Valentín.
Finalmente, realizó maestría en Música Clásica de Miami University en Oxford, Ohio tras audiciones en Chicago y Canadá.
“Gracias a la ayuda de Papa Dios y la buena audición que tuve en Miami University en Oxford, Ohio conseguí una beca completa, lo que resultó en una gran oportunidad. Allí me convertí en la principal de todos los conjuntos musicales: Orquesta Sinfónica, Banda de Conciertos, Orquesta de Ópera y Conjunto de Viento madera. Una época de mucho trabajo, pero a la vez, de muchas oportunidades. Gran momento dentro de la música clásica. Mi profesor de flauta en Ohio fue Randolph Bowman, principal flautista de Cincinnati Symphony Orchestra”, expresó Viviana, quien tuvo que regresar a Puerto Rico a batallar con la enfermedad terminal de su progenitora.
El desarrollo de Viviana en otros géneros musicales ha surgido de manera natural. Su gran receptividad, ansias por seguir aprendiendo; y experiencias dentro del quehacer diario musical la llevan a mantener una presencia permanente y notable.
Antes de la pandemia, hizo camino al lado del cantante Hermes Croatto. Incluso, su flauta se escucha en el sencillo ‘Madre Tierra Bendición’. Una experiencia que la catalogó de “divina” resaltando, que Hermes es heredero de la energía de su padre (Tony Croatto) y la grandeza de ser una persona extraordinaria.
“Por iniciativa de una amiga, durante la pandemia, tocaba desde el balcón de mi apartamento para alegrar a la gente. Cuando llegaba la hora, ya la gente me esperaba. Había encierro y nadie salía de su casa. Fue algo bien especial”, señaló la flautista.
Entre otras colaboraciones, se encuentra su participación junto al músico cubano Mucho Manolo (José Manuel Borio). Un músico y compositor del género urbano que realiza fusiones con rumba flamenca, rock y lo tropical.
De igual manera, tras subirse a la tarima durante una presentación de Andrés Jiménez en Arecibo, posteriormente fue invitada por ‘El Jíbaro’ a formar parte de su espectáculo en Centro de Bellas Artes en Santurce –diciembre 2022- ‘Mis maestros’.
Lo mismo ha resultado satisfactoriamente con músicos como Pablo ‘El Indio’ Rosario –su guía dentro del jazz- con quien ha tocado en varias ocasiones; junto a Néstor Torres –donde también subió a tarima en C-Note- Humberto Ramírez; y Julito Alvarado.
El talento de Viviana Díaz se puede apreciar en diversos restaurantes (El Terruño, Don Pepe y Boronía) en donde suele toca con frecuencia junto a sus compañeros Javier Oquendo (percusión), Joseph Ramírez (bajo) y César Coté (guitarra); y todos los viernes estará en las noches, en el Hotel San Juan con un grupo de son cubano moderno, acompañando al cantante Danny Lozada.